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“Grandes pasiones en lugares pequeños, grandes tragedias en minúsculos escenarios.
El ser humano guarda en su interior inmensidades que transporta consigo,
es incapaz de minimizarlas y hacerlas desaparecer a su conveniencia.
Las arrastra toda la vida con su mastodóntico volumen y se deja la piel en ello.”
Alicia Giménez Bartlett

La emoción permite a todo individuo establecer su posición respecto al mundo que lo rodea, siendo impulsada hacia otras personas, objetos, acciones o ideas. Las emociones actúan como orbes infinitos de experiencias vividas. Estos almacenes tienen forma, ocupan un espacio en la memoria, adquieren entidad física en todas sus magnitudes. Y a través de la forma la materia se hace presente.

Se establece el contexto en el que se sitúan creador y observador a través de la obra. Recuerdos, sentimiento y experiencias se unen a las sensaciones que surgen en la persona, a través de lenguajes poliédricos, múltiples y libres.

La escultura aparece como medio para materializar reflexiones, un mundo en el que converge la insaciable curiosidad y una amalgama de vivencias, sensaciones y experiencias personales. Se ha creado un proceso orientado a comprender la obra como un universo ente la materia contenedora y el refugio interior del ser humano.

Diego Canogar, Czili, David González Grande, Zvonimir Kremenić, Rafael Lleonart, José Quintanilla, Raúl Romanillos, José Luis Romero y Ubaldo Sedano conforman este grupo de artistas cuyas obras están vinculadas por una serie de reflexiones tanto desde el punto de vista social-humano como por el físico-natural.

Se desarrollan siguiendo como hilo conductor el vocablo Mundo, un título que alude a la infinidad de referencias que este término encierra, pero especialmente, al aspecto abstracto, subjetivo, al microcosmos humano que cada uno interpreta a su manera. En definitiva, el mundo propio y personal de cada uno de nosotros. Las obras corresponden a las infinitas posibilidades de interpretación de cada autor, a los múltiples mundos con los que el artista se enfrenta bien para abordar la obra de arte desde una imagen fotográfica o como una pieza tridimensional.

Recuerdos, sentimientos y experiencias confluyen en cada obra provocando en el observador una sensación que, como diría José Martínez Ruíz, Azorín, en su novela La voluntad, “crea la conciencia y la conciencia crea el mundo. No hay más realidad que la imagen, ni más vida que la conciencia”.

Igualmente, la escultura aparece como medio para materializar reflexiones, un mundo en el que converge la insaciable curiosidad y una amalgama de vivencias y experiencias personales.